lunes, 22 de junio de 2009

El lugar de la Psicopedagogía

Viviana Taylor


Hace ya unos cuantos años, cuando era estudiante del Profesorado en Psicopedagogía, recuerdo que leí que la Psicopedagogía es el fracaso de la Pedagogía. Esta es una frase que me impactó muy fuertemente y que recuerdo siempre.

Entender que la Psicopedagogía encuentra su lugar allí donde la Pedagogía fracasa, es ponerla en el lugar del déficit. Esto se ve muy claramente cuando uno observa el trabajo de la mayoría de los equipos de orientación escolar.

¿Qué hacen los psicopedagogos en la escuela?
En las primarias, muchos - con muy buenas intenciones- dedican gran parte de su tiempo a la realización de un diagnóstico de los niños que ingresan en la escuela. Diagnóstico que no se traduce luego en una orientación al maestro sobre las pautas de intervención pedagógica más adecuadas para el grupo a su cargo, sino en la identificación temprana de aquellos niños que seguramente presentarán dificultades en los aprendizajes. Esta información sin orientación, y centrada en la falta más que en la posibilidad de desarrollo real, termina convirtiéndose en una profesía autocumplida.
Otros tantos trabajan “a pedido” de los maestros, con los niños con dificultades de aprendizaje o conducta que les envían. Por lo general, con mayor o menor profundidad, indagan qué le sucede al niño, qué le sucede a la familia del niño, qué sucede con la economía y la situación socio-cultural de la familia del niño, qué sucede en el barrio en el que vive el niño... cuando juntan todo eso, van con una carpeta enorme llena de papeles frente al maestro, ponen cara de circunstancia, y le dicen: “¡pobre niño...!” Quedan todos conformes con el deber cumplido, sintiendo que cada uno hizo lo que podía y sabía hacer, y que lo que queda por resolver ya no está en sus manos. Los rótulos los tranquilizan, les permiten poner un cierto orden. Estos son los orientadores al servicio del statu quo, los especialistas en ponerle un nombre con qué llamar a aquello que nadie se comprometerá en ayudar a cambiar.
En el nivel Polimodal la situación no es muy diferente. Cambian las razones por las que los adolescentes son derivados al equipo de orientación, pero no el espíritu de la intervención.

¿Qué es lo que está fallando? Sería muy fácil echarle la culpa a los equipos de orientación. Esto ya se convirtió en algo folklórico: podemos juntarnos con todos los maestros, profesores y padres desilusionados por su incapacidad para la magia y acusarlos de no estar comprometidos con su tarea, de pasarse las mañanas y las tardes tomando mate... pero sabemos que no es justo. Ni inteligente. Mientras sigamos perdiendo el tiempo criticando su desempeño no vamos a concentrarnos en lo que realmente tenemos que cuestionar, que es el modelo psicopedagógico que los sostiene.

¿Cómo caracterizo el modelo psicopedagógico vigente?
· Es un modelo centrado en el déficit, en la falta. La mirada se concentra en lo que se puede hacer con lo que queda, más que en cómo lograr hacer lo mismo que con los demás niños superando las dificultades o carencias.
· La mirada, por lo tanto, está puesta más en justificar por qué no se puede lo que hasta ahora no se pudo (una justificación explicativa) o por qué no se podrá lo que ya no vale la pena intentar (este es una gran aporte del modelo a la epistemología: la justificación predictiva).
· Se parte de una consideración asociacionista de la vinculación entre aprendizajes y capacidades. Si hay un déficit en una capacidad, no habrá posibilidad de aprendizaje vinculado a ella. Se trata de un reduccionismo basado en una fuerte valoración cuantitativa, tanto de las capacidades como del aprendizaje.
· Existe un quiebre entre discurso y práctica. Mientras se sostiene en los argumentos la necesidad de una lectura compleja que entienda el síntoma en el niño a partir de un cruce de variables personales, familiares, sociales, culturales, institucionales, grupales... la intervención sigue siendo sobre el niño. Casi, casi, como si un médico le diera a su paciente una curita para detener una hemorragia producto de una amputación. Como dice el chiste, los errores del médico son tapados por tres metros de tierra. Nosotros, en cambio, somos más astutos: le echamos la culpa a la víctima.
· En definitiva, es un modelo basado en una fuerte consideración pesimista y fatalista del hombre y su destino. Claro que, como somos intelectuales racionalistas, no creemos en dioses que escriben nuestro futuro mientras toman vino en el Olimpo, ni en astros que determinan nuestra suerte mientras flotan girando por el espacio. Creemos en el albedrío... Sólo que como una forma de privilegio reservado para quienes cuentan con todas su posibilidades intactas.

A pesar de sus limitaciones, este modelo se sostuvo hasta ahora, con mayor o menor dignidad, según el compromiso y capacidad crítica de cada profesional.

¿Qué fue lo que precipitó su agotamiento?
Por un lado, la crisis económica y social que venimos viviendo instaló dentro de las escuelas como normalidad lo que era excepción. Y en todos los niveles educativos.
Por otro, con la EGB se extendieron los años en que los alumnos permanecían en lo que era la vieja primaria; y el nivel polimodal, al pasar a ser obligatorio e implementarse el sistema de becas, abrió las puertas de la escuela a los sectores populares que no habían tenido hasta entonces acceso a una escolarización de nivel medio. En consecuencia, la población de las escuelas cambió y con ella cambió su realidad. Fueron estos cambios los que pusieron en evidencia muy crudamente las limitaciones del modelo psicopedagógico vigente, que ya no puede hacerse cargo de las demandas a que lo someten.

Esto es lo que produjo el agotamiento, y lo que evidenció el error fundamental de este modelo, que radica en la definición del campo de la Psicopedagogía.
La mayoría de las veces en que un psicopedagogo o un estudiante de psicopedagogía definen su tarea, los escucho afirmar que son especialistas en dificultades de aprendizaje. Acá está el problema. No se puede definir un campo de estudio o intervención desde la falta. Es darle a la psicopedagogía una identidad negativa, como si no tuviera un significado en sí misma, sino como subsidiaria de una disciplina fundamental. Acá reaparece la vieja definición de mi época de estudiante: la Psicopedagogía es el fracaso de la Pedagogía.

Así como nuestros pacientes y alumnos son víctimas de intervenciones no pertinentes o poco eficientes, fruto del modelo psicopedagógico al que adherimos y sostenemos, nosotros mismos lo padecemos al enfrentarnos con nuestra situación laboral. Hoy el problema en común que más energía nos consume es la definición de la competencia de nuestro título. Es una preocupación totalmente secundaria, de muy bajo vuelo... otra vez somos el médico deteniendo hemorragias con curitas. ¿Desde dónde sostenemos estos reclamos estrictamente burocráticos, si previamente no definimos la especificidad del campo laboral desde nuestra tarea?.

Los psicopedagogos no son especialistas en dificultades de aprendizaje. Son especialistas en procesos de aprendizaje, o al menos deberían serlo. La especificidad de su tarea consiste en promover aprendizajes exitosos, y hacer de esto una posibilidad para todos.

· Un nuevo modelo debe centrarse en la consideración del desarrollo real y las posibilidades de desarrollo potencial de cada persona, con lo que cada uno es y trae consigo.
· La creatividad (con todo lo que tiene de arte nuestra tarea) debe estar dirigida a cómo alcanzar los logros que nos proponemos, partiendo desde lo que tenemos, mejorando lo que esté en nuestras manos mejorar, pero sin esperar a que se den óptimamente todas las condiciones que consideramos necesarias para el aprendizaje. Siempre hay algo para hacer, cualesquiera sean las circunstancias. Y muchos de nosotros somos prueba de ello.
· Debemos modificar nuestra práctica, fundándola en modelos teóricos capaces de dar cuenta de la complejidad del proceso que nos ocupa. Si sostenemos que el aprendizaje es una construcción personal contextualizada, y que se da bajo ciertas condiciones, tenemos que dejar de describir variables para empezar a escuchar cómo dialogan entre sí. Entonces sí podremos comenzar a encontrar caminos para una intervención más eficiente.
· Como facilitadores de procesos de aprendizaje, nuestra función en las instituciones escolares es la de asesorar, orientar y acompañar. Las áreas de intervención privilegiadas serán las de la convivencia, la organización institucional y áulica, la elaboración de un proyecto educativo integral e integrador, el diseño y desarrollo curricular, la adecuación curricular a las necesidades especiales, la orientación pedagógica a los docentes en general y a los alumnos que la necesiten en particular, y la orientación a las familias.
· Comprometerse en la construcción de este nuevo modelo implica abandonar la zona de certeza que nos brindan el rótulo y la exclusividad de la intervención directa sobre el niño con dificultades, para introducirnos en la incierta región de la innovación, la transformación, la potenciación, la orientación... la posibilidad. Una zona sin garantías de éxito... pero que nos ayuda a alejarnos del fracaso.
· De lo que se trata es de devolverles el protagonismo a quienes les corresponde. Es reconocer y aceptar que quien aprende es el alumno y quien enseña es el maestro, que quien cría y educa es en principio la familia y que el papel de los docentes es subsidiario. Nuestra tarea no es hacer por ninguno de ellos lo que a ellos les compete, sino ayudarlos a que recobren su voz y su acto. Es ayudarlos a hacer y a crecer, pero juntos.