MENS SANA IN CORPORE SANO
Viviana Taylor
¡Ay, qué sabio Juvenal! Lo que ya
sabía el poeta latino allá por el primer siglo de nuestra era, hoy lo confirma
la ciencia… Porque resulta que está demostrado que el ejercicio físico, el
sueño y la buena alimentación potencian la función cerebral, mejoran el estado
de ánimo y favorecen el aprendizaje.
La actividad física diaria, al incrementar la capacidad de los glóbulos para
absorber oxígeno, mejora no sólo las funciones muscular, pulmonar y cardíaca,
sino también la función cerebral. Además, tiene un efecto positivo sobre las
sustancias químicas del cerebro que alteran el estado de ánimo. De hecho, en
algunas personas puede por sí solo actuar como antidepresivo.
Respecto del sueño, comenzaré por destacar que el ciclo sueño-vigilia es una
parte importante del sistema de patrones corporales diarios, que reciben el
nombre de ritmos circadianos, expresión que viene del latín y significa “ciclo
diario”.
Nuestros ritmos circadianos rigen muchas funciones corporales, como la
temperatura corporal, la presión sanguínea y los niveles hormonales en la
sangre. Y también la capacidad para estar alerta, pensar con claridad y
utilizar las facultades de movimiento de manera óptima. Por esta razón la
capacidad física y de alerta mental varía en función de la hora del día.
La luz diurna es un importante regulador de estos ritmos.
En el caso de las personas con desfase horario por causa de viajes a través de
varios husos horarios (lo que suele denominarse jet lag) el reloj se confunde y para resolver la confusión intenta
poner a cero al resto del cuerpo enviando señales químicas -como el cortisol que es la hormona del estrés,
y la melatonina que es la hormona
del sueño-. De continuarse, esta confusión puede tener consecuencias a largo
plazo en el cerebro y en la capacidad cognitiva. Por ejemplo, se han encontrado
numerosas evidencias de que el volumen de ciertas partes de la corteza temporal
y del hipocampo –regiones cerebrales relacionadas con el aprendizaje y la
memoria- es menor en personas que sufren persistentemente de desfase horario,
como en el caso de las azafatas que cubren trayectos largos con una
periodicidad igual o menor a cinco días.
Dado que la luz diurna es un factor decisivo en la producción de melatonina,
una forma de ayudar al reloj en su puesta a punto es la exposición a la luz
solar, lo que originará un aumento en la calidad y el tiempo total de sueño y
acelerará el cambio en los ritmos circadianos de la melatonina para que se
acomode al nuevo entorno. Esta estrategia también puede ser útil para las
personas a las que por otras razones –como por ejemplo el estrés o incluso la
edad- se les haya perturbado el patrón horario del ciclo sueño-vigilia. Después
de todo, parece que nuestros padres tenían razón cuando llevaban la silla de la
abuela al patio para que tomara un poco de sol.
En sí mismo, el sueño es un estado de la conciencia en el que el cerebro se
comporta de manera espectacularmente distinta a como lo hace en el estado de
vigilia.
Durante el sueño se pueden constatar dos tipos principales de estado cerebral.
En el sueño de movimientos rápidos de los
ojos (REM como ha sido más difundido según sus siglas en inglés, o MOR en
castellano) el cerebro está muy activo y todos los músculos corporales –con
excepción de los oculares- están paralizados. Es cuando soñamos más. El
cerebro, aunque profundamente dormido, todavía es capaz de asimilar
información, sobre todo aquella de especial importancia para el que duerme. Por
ejemplo, quizás no reaccionemos a una charla a nuestro lado, o al ruido del
tráfico si nos hemos dormido en el colectivo, pero sí lo haremos si alguien
susurra nuestro nombre o si nuestro bebé llora. El otro tipo de estado cerebral
se conoce como sueño de ondas lentas.
En este, los impulsos generados por el cerebro son lentos e infrecuentes.
Incluso puede suceder que hablemos o caminemos dormidos ya que los músculos no
están paralizados.
Al parecer, el sueño influye directamente en la forma como adquirimos y
mantenemos las destrezas nuevas y en cómo recordamos información, así como en
nuestra capacidad para pensar creativamente. Puede inspirar nuevas
percepciones, e incluso facilitar la comprensión de una tarea recién aprendida.
¿Cómo es esto posible?
Ya había señalado antes que el
cerebro sigue activo durante el sueño. Esta actividad corresponde a la
formación de memorias sobre experiencias e información recibidas durante el
día, ya que las regiones cerebrales implicadas en el aprendizaje del día
anterior se reactivan durante el sueño. Esta actividad, que como ya quedara
señalado se registrada en el estadio REM, probablemente refleja el refuerzo del
aprendizaje asimilado durante el día. De hecho, en varias experiencias se
observó que el desempeño de los participantes en una tarea recientemente
aprendida mejoraba al día siguiente, tras haber dormido; e incluso una breve
siesta inmediatamente después de aprender una tarea mejoraba el rendimiento
posterior en la misma. Y, cuanto más larga era la siesta, mejor resultaba el
rendimiento posterior.
Por eso es probable que las reactivaciones cerebrales durante el sueño reflejen
el refuerzo de las conexiones entre neuronas que son importantes para las
tareas aprendidas. De este modo, permiten que la nueva destreza se incorpore a
la memoria de largo plazo.
Consecuentemente, la falta de sueño tiene un efecto perjudicial para el
aprendizaje. Los efectos recurrentes son:
v Cuando alteramos el patrón de sueño-vigilia: distracción, somnolencia,
irritabilidad, disminución de la capacidad de alerta.
v Una noche sin dormir: dificulta el pensamiento innovador, la capacidad
de tomar decisiones, y la actualización de planes. El pensamiento se vuelve
rígido, lo que hace que, por ejemplo, en la resolución de una tarea se insista
en repetir la misma estrategia que ha demostrado ser inapropiada.
v Varias noches de insomnio: afectan gravemente la concentración y el
aprendizaje.
Visto y considerando lo antecedente, ¿cuánto deberíamos dormir?
En promedio,
deberíamos dormir no menos siete horas y media. Y los niños y adolescentes,
bastante más. Es evidente que la mayoría de los adultos dormimos bastante menos
de lo que necesitamos. No es para pasarlo por alto: dormir más por la noche,
además de incrementar los niveles de energía para el día siguiente, mejora el
aprendizaje, la toma de decisiones y la capacidad de innovación. Y evita la
aparición de esas feas bolsas bajo los ojos que nos hacen lucir mayores y
cansados. No parece poco.
¿No podríamos buscar otras ayudas, más
fáciles de implementar que el ejercicio y el sueño, para mejorar el
aprendizaje?
Bueno… hay drogas y fármacos que
parecen potenciar la memoria indirectamente. Y otras sustancias y estimulantes,
como la cafeína, el alcohol, la nicotina y la glucosa, parecen facilitar o
debilitar el aprendizaje. Sin embargo, es muy difícil separar los verdaderos
efectos de las llamadas drogas inteligentes y los efectos placebo (1). Justamente, diversos estudios mostraron los
mismos efectos inequívocos y muy similares en el cerebro y la conducta, tanto
de las drogas como de los placebos. Al parecer, es sobre todo la simple
creencia en que el fármaco ayudará lo que afecta a las partes del cerebro que
procesan la función estudiada. En el caso del placebo, es posible que su efecto
terapéutico se deba a la movilización de energía adicional, algo así como si
dispusiéramos de un depósito de reserva energético. De ser así, quedaría
explicado por qué el efecto sólo se verifica durante un período de tiempo
limitado. Y hasta quizás haya algún costo, como un provisorio efecto
contradictorio posterior –a modo de un efecto rebote- hasta que se restablezca
el equilibrio.
Sobre lo que todavía no tenemos suficientes conocimientos es sobre las
ventajas, la complejidad de los mecanismos que desencadenan, ni los efectos
secundarios de los remedios –se trate de simples hierbas o de drogas
inteligentes- como para recomendarlos como ayuda al aprendizaje. Lo que sí está
demostrado es que muy posiblemente algunos tipos de estilos pedagógicos tengan
los mismos efectos que tomar una sustancia o un placebo, en lo que se refiere a
los sistemas químicos del cerebro. Y sin contraindicaciones ni efectos rebote.
Nada como un buen maestro ofreciendo una buena enseñanza.
Lo que sí podemos asegurar es que -para
funcionar- el cerebro sí requiere de algunas cosas. Por un lado, es precisa una fuente continua de oxígeno. Por eso
volvemos a la recomendación de la actividad física -como correr, caminar
enérgicamente, bailar, nadar, o cualquier otro tipo de ejercicio aeróbico- ya
que mejora la circulación del oxígeno y, consecuentemente, su llegada al
cerebro.
También requiere agua y glucosa. Si
prestamos atención a que el cerebro es agua en más de un 80%, es fácil deducir
que la deshidratación puede dañarlo gravemente, con consecuencias evidentes
sobre el aprendizaje El simple aumento de la cantidad de agua que bebemos al
día puede favorecer la concentración y la memoria… hasta cierto punto.
Además, el cerebro obtiene casi toda
su energía de la glucosa, que al igual que el oxígeno es transportada por el
torrente sanguíneo. Por eso no sólo comer sano, sino además con regularidad,
también es importante para que el cerebro funcione óptimamente.
¿Con qué alimentos podríamos armar una dieta cerebral?
En primer lugar, no deberían faltar
el pescado ni otros alimentos ricos en proteínas, ya que contienen dos
aminoácidos -el triptófano y la L-fenilalanina- que ayudan a
incrementar las reservas energéticas y a estimular la producción de serotonina(2) y noradrenalina(3) en el cerebro, sustancias que desempeñan un papel
fundamental en la generación de sensaciones de felicidad.
El triptófano también lo encontramos en los huevos, la leche, la banana, los
productos lácteos y las semillas de girasol. ¡Por fin una “golosina” que les
gusta a los chicos y les hace bien! ¡A comprarles Pipas(4) para el recreo!
La tirosina(5), que origina
sensaciones de vitalidad y empuje, se encuentra en el tofu y las verduras. Y la
endorfina(6), otra sustancia química
feliz, en el pavo, el pollo, las carnes rojas magras, los huevos y el queso.
Los ácidos grasos de cadena larga,
los muy promocionados y prestigiosos omega-3
y omega-6 –seguramente habrá
visto cómo los alimentos que los contienen se esfuerzan por hacerlo notar en
sus envases- son de crucial importancia para el desarrollo y la función
normales del cerebro. No sólo porque constituyen aproximadamente el 30% y son
los componentes básicos de las membranas celulares, sino porque los requieren
las sinapsis cerebrales para poder ser eficientes. Estos nutrientes también son
esenciales para el funcionamiento de los ojos. Y como sólo se pueden obtener de
la dieta, es importante incluir en ella los alimentos que los contienen,
especialmente algunos pescados como el salmón, el arenque y el atún. Sus
efectos positivos son múltiples: mejoran el estado de ánimo y las capacidades
cognitivas, estabilizan el estado de ánimo y son antidepresivos eficaces. La
próxima vez que vaya al supermercado, preste atención a los envases: busque
menos grasas trans, y más omega-3 y 6.
Además de estas, hay muchas otras sustancias beneficiosas para la capacidad
mental y el aprendizaje. Lo bueno es que
todas están presentes en los alimentos de manera natural, y nada indica que
haga falta ningún suplemento alimenticio si la dieta es equilibrada. Pero,
si la nutrición es inadecuada, sobran las evidencias sobre las consecuencias
negativas que pueden producirse.
Aunque la recomendación, a esta
altura, parece sobrar, insistiré: una dieta sana favorece el aprendizaje, y una
deficiente lo perturba.
Dicho esto, no puedo evitar pensar en
las cantinas y kioscos de las escuelas: ¿qué alternativas de alimentación les
estamos ofreciendo a nuestros alumnos? Este es un tema que deberíamos abordar
seriamente, en el interior de cada escuela. Sobre todo si tenemos en cuenta que
desde nuestro discurso pedagógico solemos sostener que todos los ámbitos
escolares deben ser educativos. ¿La promoción de los hábitos alimentarios que
facilitamos lo tiene en cuenta?
Es más: abramos la mirada a todo el
sistema. Si acordamos con la idea de que una dieta equilibrada, con todos los
nutrientes necesarios para el desarrollo cerebral, es una variable crítica a
considerar cuando se trata de favorecer el aprendizaje y luchar contra el
fracaso escolar, ¿cómo asegurar que estos nutrientes sean accesibles a todos
los niños? El pescado, el pollo, las
carnes rojas de cortes magros, toda la variedad de frutas y verduras, los
lácteos en general y los huevos son alimentos caros, excluidos de la dieta de
muchas familias. Oportunidades de desarrollo y aprendizaje robadas que
probablemente no se recuperen.
Pero además, si el lóbulo frontral (esa gran región situada en la parte
delantera del cerebro, responsable de los procesos cognitivos de alto nivel
como la planificación, la integración de información, el control de emociones,
la inhibición de impulsos y la toma de decisiones) completa su desarrollo tan
tardíamente como recientemente se ha descubierto, ¿no es claramente necesario
extender los beneficios de esta dieta
cerebral a los adolescentes y los jóvenes?
Imaginemos una sociedad donde esto no
se hiciera: seguramente los adolescentes se convertirían en jóvenes y adultos
con poca capacidad de planificación y proyección (por ejemplo, de un proyecto de vida y de las estrategias para lograrlo),
con poco control sobre sus emociones y la inhibición de sus impulsos (y por lo tanto fácilmente irritables y
agresivos, con tendencia a la solución violenta de los conflictos, lo que
sumado a lo anterior llevaría a una falta de consideración de las consecuencias
posibles de los propios actos). Sería muy terrible vivir en una sociedad
así, ¿no?
Y más aún: hoy también sabemos que el
cerebro continuará desarrollándose a lo largo de toda la vida. Incluso en
algunas zonas, como en el hipocampo, podrán incrementarse no sólo las sinapsis,
sino las neuronas mismas. En poblaciones cada vez más envejecidas, como la
nuestra, ¿la buena alimentación de los mayores no debería ser también una
prioridad política? Después de todo, no se trata de una pequeña proporción
entre muchos otros. ¿Que el problema es que garantizarla es caro? No sé… si
todos los argumentos pasan por una cuestión económica, pienso en cuánto se
podrían incrementar las ganancias de las empresas al mejorar la productividad y
la iniciativa, y bajar los niveles de astenia y morbilidad… Y, sobre todo, al
abuelo no le fallaría tanto la memoria: se acordaría de bañarse diariamente y
usar ropa limpia, de dónde guardó ya no sé qué última cosa que perdió y tampoco
recuerda pero busca, y no repetiría por tercera vez en el día –y décima en la
semana- la misma anécdota de cuando era niño y ya había visto nevar en Buenos
Aires. Quizás eso que llamamos despectivamente “cosa de viejos” sea en gran
parte “cosa de mal alimentados”.
¿En serio cree que sería un proyecto
políticamente caro? Yo creo que es prioritario poner en marcha una política
alimentaria. Es un debate que, como sociedad, nos debemos.
¡Ah, y no nos olvidemos! Insisto en
el hecho de que estos alimentos, además, contribuyen a que nos sintamos mejor,
menos deprimidos y más felices, con un mejor control sobre nuestras emociones y
un estado de ánimo más estable. Y eso, más allá de ser mejor que bueno en sí
mismo, también es bueno para el aprendizaje.
Viviana Taylor
Referencias:
1.
Un placebo es un fármaco falso, que
no contiene agente químicos. A menudo es una pastilla de azúcar o solución
fisiológica.
2.
La serotonina, en el cerebro, actúa
como un neurotransmisor y desempeña una función importante en el control de la
depresión y los trastornos de ansiedad.
3.
La noradrenalina – o norepinefrina-
es una sustancia química importante para el control de la atención y la
impulsividad. También actúa como hormona cuando es liberada por las glándulas
suprarrenales, en especial como respuesta al estrés.
4.
Pipas es uno de los nombres
comerciales con que se venden las semillas de girasol peladas, en bolsitas de
aluminio de colores, semejantes a las de los snacks y las golosinas. Son
bastante populares entre los chicos.
5.
La tirosina, un aminoácido, es un
componente básico de varias sustancias químicas importantes para el cerebro,
entre ellas la dopamina -cuya función consiste en regular los estados de ánimo-
y la noradrenalina.
6.
La endorfina es una sustancia química
que libera naturalmente el cerebro en respuesta al dolor, para reducirlo. En
grandes cantidades genera una sensación de relajación y de plenitud de energía.